Ernesto Jaire murió solo. En una cabaña perdida, en una montaña oculta del norte. Allí fue a pasar sus últimos días por propia voluntad. Tiempo después de que su cadáver fuese encontrado por unos montañeros, entre los que se encontraba uno de mis más queridos amigos, éste me hizo llegar la colección de escritos y cartas nunca enviadas, con los que Ernesto entretuvo sus últimos días. Me permito reflejar aquí algunos fragmentos de esos textos, como pequeño homenaje al corazón de un hombre al que no conocí, pero al que he aprendido a admirar a través de sus letras. Tal vez porque cuando le leí, creí estar parado delante de un espejo. Porque él es lo que yo he sido y ya no soy, o tal vez lo que quise ser y no pude, o lo que nunca seré, o quizás lo que temí haber sido. El caso es que él, es siempre yo, pero yo no soy él ahora. Él murió, yo escribo y sigo vivo.

 

Coronaba febrero sus últimos peldaños, abrigados sus días, entre nieves y ventiscas, irritada y roja su nariz inexistente de mes escaso y segundón. -Yo nunca querría ser febrero-  recuerdo que decías, más para ti que para mi, más para tu cerebro que para mis orejas, taponadas y embotadas éstas por el puro frío.Y de ese febrero a este febrero, se ha formado un universo de ausencias y distancias, y ahora que el mes que nunca fuiste, escala perezoso nuevamente, yo, que tampoco quise nunca ser febrero, como él me siento ahora, nunca acabado del todo, como si algo me faltara para ser completo, y, ¿cómo decirlo?, como a la espera, como con el corazón sujetando entre las manos un aviso de desahucio. Y tú, tú siempre fuiste abril, y como abril te fuiste, forjando primaveras a tu paso, y dejándome congelado en este invierno, que se ha enquistado ya, y que, obcecado, pretende ser perpetuo.

Ernesto Jaire Febrero 1995

Este es el primer texto que leí de Ernesto. En él parece acusar la ausencia de alguien a quien sin duda debió amar. Las causas de la separación no quedan claras en sus textos, pero sí se puede deducir que tal vez fuera esta ausencia, el desencadenante del aislamiento que posteriormente acabó con su vida.

Lo escribió Gabi y lo guardó en Cartas de Ernesto Jaire