¿A dónde va lo común, lo de todos los días? ¿El descalzarse en la puerta, la mano amiga? ¿A dónde va la sorpresa, casi cotidiana del atardecer?…
Silvio Rodríguez

 

Ayer aparqué el coche frente a nuestra antigua casa. Tenía que ir por aquella zona, (ya sabes a qué), podía haberlo dejado en cualquier otro sitio, pero el hombre es un animal de costumbres.

Las persianas estaban bajadas pero se filtraba la luz por las rendijas. No las han cambiado. Las persianas del salón, ¿recuerdas? ,obstinadas, se empeñaban en no bajar nunca del todo. Dejaban siempre decenas de pequeños ojos que nos observaban desde arriba. A través de ellos, las luces de los coches dibujaban fantasmas en la pared. ¡Lo que han visto aquellos ojos!.

Era una planta baja, muy baja. ¿Recuerdas que yo quería poner una hamburguesería en la ventana?. ¿Recuerdas la ilusión quitando el viejo papel pintado, cambiando el suelo, pintando,…?. La ayuda de los amigos, de los viejos amigos, de la familia, las cenas apretujados todos en aquel salón diminuto. Nuestra casa, que era la casa de todos. ¿Recuerdas la “leonera”?. Nunca conseguiste que la ordenara. Era mi templo y mi refugio. Lo siento.

Se me vino todo a la cabeza. La cisterna, que nunca conseguí que dejará de hacer ruido, el incendio, los domingos perfectos y eternos sin salir de la cama, los “machaquitos”.

¿Recuerdas cuando fuimos tres? La espera, la llegada a casa con lágrimas de ilusión, y aprender juntos, los paseos arriba y abajo del estrecho pasillo con ella en brazos, y ¿recuerdas cómo me miraba cuando la cantaba “El sitio de mi recreo” y tantas otras? .

Recuerdo que a los dos se nos humedecieron los ojos cuando cerramos la puerta, por fuera, la última vez…

¿Hubo cosas malas?.
Puede ser,
tal vez,
hoy no las recuerdo,
ya no importan.

Lo escribió Gabi y lo guardó en Noticias Breves