Jue 17 Nov 2005
¿ Conoces la sensación de que se te rompe el Mundo?
Monigote vivía feliz en su mundo plano.
Desde que le habían dibujado, mantenía en su cara redonda una raya sonriente que nada había sido capaz de borrar. Su universo de sólo dos coordenadas, plasmado en papel cuadriculado, era prácticamente perfecto.
Ningún detalle había escapado al lápiz del creador.
Tenía su casa, fresca y confortable, con flores en las ventanas, chimenea y jardín. En éste una caseta de perro de la que asomaban el morro afilado y las orejas puntiagudas de un fiel amigo. Al fondo, una cordillera de picudas montañas le ofrecía una magnífica vista. El sol, sonriente y amable, lo iluminaba todo con sus rayos de rayas y, alguna vez, bajaban a comer a su jardín, los cuatro pájaros con forma de medio corazón, que observaba normalmente en la lejanía. Monigote era muy dichoso en aquel universo que, como único defecto, mostraba las heridas en el margen, propias de haber sido desgajado de un cuaderno.
Todo se vino abajo en un segundo. Desde que tenía memoria, Monigote y su paisaje, habían visto el mundo exterior firmemente sujetos por un imán a la puerta de una nevera. Las únicas alteraciones en su cotidiana armonía se producían cuando alguien del exterior abría aquella puerta. Una sensación de vértigo le inundaba y tenía que agarrarse, con fuerza, al pomo de la puerta de su casa para no caer. Aquella vez fue peor.
En el mundo de los monigotes no existe la escala de Richter, si existiese, aquello habría alcanzado, sin duda, los nueve grados. Primero su mundo se partió en dos, luego esas dos partes en cuatro. Un sonido inconfundible de papel rasgado le atronó las orejas que nadie le había dibujado. Monigote se refugió en una esquina de uno de los cuatro trozos del mundo. Vio su casa quebrarse por la mitad y al sol cambiar su eterna sonrisa, por una mueca de espanto. Por último, el universo comenzó a arrugarse. No sabe aún como sobrevivió a aquello. En el último segundo, viendo que su mundo se contraía, saltó con todas sus fuerzas al vacío y consiguió agarrarse firmemente a un imán de la nevera. Desde allí contempló como la hoja cuadriculada donde se había sentido siempre un monigote feliz, era arrojada al cubo de la basura.
Monigote lloró lágrimas ovaladas y las puntas del trazo de su boca se vinieron abajo para no volver a levantarse nunca más.
Monigote, sin entender por qué se destruyó su paraíso, arrastra ahora su tristeza en un caos tridimensional que no comprende y en el que todavía no ha encontrado su sitio.
Pero esto ya es otra historia.
17 de Noviembre, 2005 - 12:16
Buenas,
la verdad es que es una historia preciosa y que todos alguna vez nos hemos sentido asi, alguien rompe nuestro mundo y nosotros nos quedmaos sins aber porque. Aunque ten poir seguro que con el tiempo el monigote se vhara otra cosa con la que sera feliz de nuevo.
1besazo
17 de Noviembre, 2005 - 16:24
Preciosa historia, pero prefiero los finales felices. Propongo: Por qué Monigote en vez de quedarse en una esquinita y sin sonrisa (por cierto, es rarísimo un monigote sin sonrisa), no saca de algún sitio un lápiz y se pinta una sonrisa y un paisaje nuevo? Además, aprovechando las circunstancias podría hacer una casa más grande, unas montañas más altas, un perro de raza, un sol más brillante…¿Qué tal? No queda mejor así (perdón por la intromisión, no pretendo enmendarte la plana pero es que ese final….)
17 de Noviembre, 2005 - 16:37
¿De verdad os parece preciosa mi historia?
¡Pues teniaís que haber pasado por aquel momento!
¡Vaya pedazo de Susto!
17 de Noviembre, 2005 - 18:33
Pues yo creo que me he tomado alguna copa con Monigote, algún whisky a altas horas de la madrugada, acodados ambos (él en escorzo) en la barra de madera del Merbeyé, con música de Tom Waits y con las bocas desdibujadas en paralelo. Es más, creo que su tema de conversación - esas charlas blandas y sin sentido de los bebedores tardíos - era la teoría de las catástrofes y el devenir de los entes bidimensionales y la cuadratura del círculo…Yo no entendí nada y pensé que llevaba una borrachera de miedo. Luego descubrí que delante de él sólo había un vaso dibujado en una servilleta de papel.
Muy buena historia, magnífica.
17 de Noviembre, 2005 - 19:08
Su tristeza desaparecerá en cuanto conozca lo bello de las curvas, lo que se puede descubrir con el tacto, las infinitas formas existentes y por crear… y que a la vuelta de la esquina le espera una nueva vida, menos afilada…que él mismo irá trazando y de la que será el único dueño.
Espero esa otra historia…con un Monigote coloreado
17 de Noviembre, 2005 - 22:20
Efectivamente Alfredo. Monigote acabo dándose a la bebida, así que es probable que te le encontrases acodado en la barra en cualquier bar. Afortunadamente el hecho de carecer de higado le libera de males mayores.
Prometo colorearle otro día Seleka. Me ha gustado la idea.
22 de Noviembre, 2005 - 11:18
Preciosa e inquietante historia…
Un beso.
29 de Noviembre, 2005 - 12:26
Yo sí que me paso el día pintando monigotes, y es verda… y estoy de acuerdo con la petición de seleka… hay días que no hay manera de que el papel salga de un monótono blanco y negro, otros días aparece un poco de color y le da nuevos matices… el caso es que nunca quede en blanco! y si te destierran de tu mundo, te agarras a otro lienzo y te incluyes en él… una mala pincelada no se remienda borrándola, sino pintando encima… así quedarán mil capas en tu dibujo, pero estará al final completo… iwal no es el primer paisaje en el que te encontrabas, no estan las mismas montañas, ni el solecillo con la dulce sonrisa, pero no tiene por qué ser un paisaje peor
PING:
TITLE: :: O C U R R E . . . ::
BLOG NAME: :: O C U R R E . . . ::
[…] La Tristeza del Monigote para lo que podéis, si os place, utilizar el enlace previo.. Rogamos disculpéis la interrupción.
Monigote estuvo tres días deambulando perdido por el suelo de la cocina, esquivando escobas y fregonas, huyendo ate […]