Lun 6 Nov 2006
La mujer, asomada al balcón, mira al cielo y descubre una bandada de aves migratorias volando en formación, una flecha entre las nubes apuntando a climas más llevaderos. La mujer quisiera ser la punta de la flecha. Luego, se estremece por el frío, se abraza a si misma a falta de otros brazos y entra en casa. Los otros brazos que ahora no la abrazan llegarán luego, demasiado cansados, tal vez, para abrazarla. Mejor mal acompañada que sola -piensa resignada- y mientras se lo dice sabe que no es cierto, que hay días en los que cambiaría toda su seguridad por algo de libertad, y sin embargo se miente de nuevo y se dice otra vez que mejor mal acompañada que sola. Se miente, sí, pero cada vez que se miente se cree menos.
El ave que culmina la punta de la flecha no mira al suelo. No quiso ocupar esa posición, ni guiar la bandada, solo supo que debían emprender vuelo, que ya se habían demorado demasiado y que el invierno, cruel y mortal, comenzaba a acariciar y a aterir sus plumas. Supo que era tiempo de cambio y así lo hizo, emprendió vuelo. Las demás solo la siguieron.
La mujer hacía años que vivía en el invierno y, sin embargo, hasta esa mañana nunca pensó de verdad que pudiese haber para ella climas más templados. Esa mañana, al descubrir recortada contra el cielo la silueta migratoria, hizo las maletas, salió a la calle y, como una más de la bandada, emprendió viaje, rogando únicamente para que no fuera demasiado tarde.
Cuando el invierno llegó a casa esa noche, esperando tener la cena preparada y poca conversación, encontró la puerta abierta, los armarios de su mujer vacíos, y una nota que lo explicaba todo, aunque él fuese incapaz de entender nada.
6 de Noviembre, 2006 - 18:52
Libertad! Hermosa libertad!
Se ve mejor tu nueva casa. Te he citado recientemente (como alguna vez te habia advertido). Espero no te moleste. Pronto me cambiaré de casa yo también. Ya preparo las maletas…
ronroneos
6 de Noviembre, 2006 - 19:33
Pues que el invierno venga a cenar a casa cada día no es un gran plan, así que me alegro! y estoy seguro que en este caso nunca es demasiado tarde..El futuro es incierto, pero mejor mal acompañada que sola es directamente un error (aunque intuyo que es mucho mas complejo de lo que imagino)…
Cuídate mucho “maestro”…
6 de Noviembre, 2006 - 19:38
Entiende. El otro entiende. Solo que es mejor mentirse y decir que no entiende nada aunque cada vez crea menos en su mentira.
Besos y vuelos.
6 de Noviembre, 2006 - 19:53
Curioso, tu historia resulta linda. Está llena de tristeza y amargura, pero termina con un vuelo de esperanza…
Un beso.
6 de Noviembre, 2006 - 20:10
Futuro en un cruce de caminos pero mejor caminar sin rumbo que ser pasto de un camino sin salida.
Besitos Gabi
7 de Noviembre, 2006 - 0:32
Aves migratorias.. que vuelan en busca de climas más cálidos,.. que viven pendientes de ese reloj que les marca las idas y vueltas…
7 de Noviembre, 2006 - 0:52
Un día fui ese ave migratoria, un día emprendi el vuelo, y mis alas al principio volaban a ras del suelo, pero volaban… ahora ya puedo casi tocar las nubes… Besos de mariposa, o esta vez de gaviota…
7 de Noviembre, 2006 - 1:26
No sé de donde saqué la frase ¿por qué vivir a ras del suelo cuando se tiene el anhelo de volar?, el caso es que me la has recordado… Deberíamos tener presente muchas veces que la vida es algo más, que a veces nos está esperando a la vuelta de la esquina… solo hay que ser una mijita valiente
Besitos sureños!
7 de Noviembre, 2006 - 5:55
Parábolas y cuentos…
Mejor solos que mal acompañados(y/o ser mala compañía).
Aunque el invierno fuese incapáz de entender nada, y aún así comprenderlo todo.
Muy bonito texto, Gabi. Pra no olvidar.
Feliz por leerte.
7 de Noviembre, 2006 - 10:20
Ojalá fuera a sí para todas las mujeres de ojos tristes… pero es díficil coger las maletas, las mujeres caducamos muy pronto en esta sociedad y hay que ser muy valiente para irte con tus maletas y tus arrugas (aunque sean arrugas recién estrenadas, da igual).
De todas formas, los hombres que viven este tipo de matrimonio invernal tampoco se marchan, supongo que por la cena caliente y la camisa planchada. Hay un mal planteamiento de las relaciones en nuestra sociedad.
Un abrazo
7 de Noviembre, 2006 - 10:28
Yo hace mucho años también hice las maletas, pero no salí volando, me fui en tren que es más barato.Creo que es lo mejor que hice nunca….y allí se quedó el invierno, con tres pares de narices. Aunque le intenté explicar, no sé si entendió…..estaba vacío por dentro.
Besos tuticolor.
Cuqui dice: Ole ahí mi madre, con un par!!! por cierto tito Gabi ¿cuando vuelve Monigote?
7 de Noviembre, 2006 - 11:02
Es bonito. Suena bien. Lastima que la vida no sea así. Me gustaría que lo fuese. Así lo hice. Evidentemente nadie entendió. Y qué? Ahora estoy donde quiero estar.
Besos
R.
7 de Noviembre, 2006 - 11:27
jajajaj, cuqui viene reivindicando sus intereses Sr. Gabi!!!!… yo que usté no me interpondría en su camino y le daría lo que guste
7 de Noviembre, 2006 - 13:07
Por primera vez en años, tal vez incluso la primera que recuerdo, he visto en dos ocasiones seguidas bandadas de pájaros migratorios. El caso es que no entendí muy bien qué significaban y de hecho, hasta pregunté el por qué de esa figura en su vuelo, porque si en algún momento lo había sabido, también en algún momento lo había olvidado. “Es para cortar la resistencia al aire frío del invierno”, fue la respuesta.
Creo que vuelvo a alzar el vuelo.
Oleadas de besos.
7 de Noviembre, 2006 - 14:59
Nunca es tarde para abandonar el invierno, afortunadamente.
Muchos besos, Gabi!
7 de Noviembre, 2006 - 15:23
me ha encantado la historia, y esa mujer se parecía mucho a la mujer que hace tiempo quizás fui yo…Un besote.
7 de Noviembre, 2006 - 17:31
Ojalà todos tengamos la fuerza necearia para despegar cada vez que el invierno se queda de forma permanente en nuestras vidas!
Al menos tus palabras sirven para que notemos que tenemos alas. Mil gracias.
7 de Noviembre, 2006 - 21:57
Tu relato me recordó algo a Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, ¿lo leiste?
Un saludo!
8 de Noviembre, 2006 - 0:08
Una manera preciosa de describir una triste realidad, a veces los hilos invisibles no dejan emprender el vuelo y el invierno toma posesión de la vida para siempre.
Abrazos volanderos.
9 de Noviembre, 2006 - 15:45
Hola, Gabi: en primer lugar quiero agradecerte todas las palabras de aliento y cariño que has ido dejando durante mi ausencia en mi blog. Ellas me eran leídas por amigos y me brindaban ánimo y compañía en ese tiempo largo y, a veces, aburrido de convalescencia. Ahora, de a poquitos, me voy reincorporando a la vida normal, lo cual incluye la satisfacción de poder nutrirme de todo lo que váis construyendo en vuestras “casas” -por cierto, he cambiado el enlace-.
Un abrazo tierno y grande.
Hannah
9 de Noviembre, 2006 - 17:08
Si fuese así de fácil echar a volar…
Precioso texto Gabi, me ha gustado mucho y me ha dejado en el cuerpo un soplo más de aires de noviembre…
Un abrazo
9 de Noviembre, 2006 - 17:26
Y que vivan las mujeres que florecen.
Me encantó tu texto…
Besos
11 de Noviembre, 2006 - 1:55
Que bello poner alas a la soledad de hielo y desplegarlas hacia el sol…
Un abrazo
12 de Noviembre, 2006 - 14:27
La casa quedó fría, más aún de lo que estaba, por la falta de esa pequeña vela que encendida miraba el cielo cada mañana. El invierno pasó y el dueño del frío también. Los muebles partieron.
Pronto llegaron seres extraños y al final, apareció la primavera en forma de una jóven pareja…
13 de Noviembre, 2006 - 1:39
Ese texto deberías regalárselo a un montón de mujeres solas y estancadas en su casa, donde no queda calor ni en hijos emigrados ni en la cama llena de edredones.
Un saludo joven maestro. ¡Tu nuevo hogar sí que es muy cálido!
13 de Noviembre, 2006 - 17:40
Habrá que migrar, definitivamente, antes de que nuestro entorno se llene de invierno… es tan difícil quebrar el hielo cuando ya se ha endurecido!!!
14 de Noviembre, 2006 - 0:55
Es curioso, pero es así. Sólo cuando se está preparado se puede hacer algo así, por mucho que los demás digan o vean.
Y no hace falta un terremoto en tu vida, que seguro que los hubo, sólo una pequeña gota que desborda todo el mar contenido durante años.
Despues no hay vuelta, sólo la libertad.
Lo has escrito/descrito dulce y bonito, pero no por ello menos real.
Un besazo desde el Sur.
16 de Noviembre, 2006 - 14:17
tal cual, tal cual.
él no entendió el mensaje; ¿cómo iba el invierno a entender la naturaleza de una primavera?
hay muy pocos brotes que florecen bajo la nieve; hay muy pocos y no alcanzan para un jardín.
que le frío no se quede, que le frío no te alcance.
16 de Noviembre, 2006 - 18:49
El error de algunas aves migratorias es regresar. En ocasiones, ese error se convierte en horror.
Poder evocador el de las puertas abiertas y los armarios vacíos. Yo dejé así mi vida pasada.
La otra tarde me decía mi madre: “Vi tus cajas en la habitación grande y pensé, mira, la vida de mi hijo está guardada en cajas; y lloré”.
Es que las madres cómo son.
Un abrazo.
20 de Noviembre, 2006 - 21:38
Que haces presssiosso? to bien? espero que sí… Un montonazo de besotes volando pal norte
21 de Noviembre, 2006 - 2:29
Vine a ver que estas haciendo…. )
Un abrazo
21 de Noviembre, 2006 - 17:05
qué vergüenza…
mi comentario del post anterior debería aparecer en este…
bueno, esto…que muchos besos y abrazos
21 de Noviembre, 2006 - 17:18
Se te extraña. Dale, volvé.
Besos y nostalgia.
21 de Noviembre, 2006 - 18:35
Einnnnn, ¿dónde te has escondido?.
Un beso.
22 de Noviembre, 2006 - 10:00
Gabi, que te ocurre? He entrado varios días seguidos y no te encuentro por aqui.
Deseo que estes bien, y solo sea que estes ocupado por alguna obligación importante.
Besitos
23 de Noviembre, 2006 - 13:38
¿No ocurre nada nuevo?
Besos.
23 de Enero, 2007 - 8:58
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22 de Junio, 2008 - 17:45
no sirve de nada
6 de Diciembre, 2009 - 15:13
Recien encuentro tu blog, buscaba algo sobre el junco y así llegué a El árbol y el junco”, me gustó mucho lo que escribiste para reflexionar muuucho. Luego la curiosidad me llevó a buscar “al azar” por los títulos y entré a “Tiempo de aves migratorias” y me encantó. Me gusta tu forma de escribir. Hay ternura en tus palabras.
Un beso.
María