Es hermosa aún, después de tantos años. Cuando la abren ofrece al mundo su interior forrado de terciopelo rojo. El pequeño espejo adherido a la pared interior de la tapa conserva aún el brillo de sus primeros días y es capaz todavía de reflejar la belleza de la pequeña bailarina que, como siempre, en cuanto deja de sentir la opresión de la pesada tapa de madera labrada, se pone en pie de un salto, ágil y despierta, erguida y orgullosa, como cuando era nueva; las manos unidas por encima de su diminuta cabeza, la pierna derecha estirada, sosteniendo su inexistente peso sobre la puntera, la otra pierna graciosamente flexionada, esperando el momento de empezar a girar, esperando un primer compás que funde a todos los demás, una primera nota que invite a comenzar su monótono y amado baile. Pero no llega, ya no llega nunca. No hay polvo en la caja, el exterior es una verdadera obra de arte, llena de encanto y poesía, cuidada con mimo de coleccionista viejo, pero la maquinaria que lanzaba al aire la melancólica melodía que tantas veces bailó la pequeña bailarina permanece muda, oxidándose a si misma en el espeso silencio que provoca. El silencio en si mismo no es nada, sólo silencio, únicamente duele cuando es ausencia del sonido que amamos. Y la bailarina se queda quieta, quieta e inútil, falsa e inservible, liberada para nada, liberada para no poder hacer lo único que sabe hacer, y se mira al espejo y se ve bella e inservible, y, aunque el viejo coleccionista no lo advirtió nunca, cuando con su arrugada mano oprime la noble tapa y devuelve a la bailarina al oscuro mundo de olvido donde dormita, diminutas lágrimas resbalan por sus inexpresivas mejillas y en su pequeña cabeza vuelve a sonar interminable la melodía que tantas veces bailó. Una caja de música estropeada no es una caja de música, se dice el viejo cuando se aleja; una caja de música estropeada es un ataúd.

Mis disculpas por haberos tenido abandonados y gracias a todos por los comentarios interesándoos. Solamente estuve con el tiempo muy justo, el cerebro en obras y tremendamente vago.

Besos y abrazos.

Estoy de vuelta.

Lo escribió Gabi y lo guardó en Parábolas y Cuentos