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Es absurdo querer alterar el devenir de las estaciones, el viaje impasible de la tierra por el cosmos o esa tonta y presumida rotación sobre si misma de torpe planeta adolescente.

Es absurdo, por demás, rebelarse contra las mareas, como absurdo resulta intentar frenar el viento. Es inútil que mi voz quiera allanar montañas, como inútil es también  pretender secar los mares, con el único calor de mi magra esperanza.

Lo sé bien, lo he intentado y no, no puedo obrar milagros. Y sin embargo, las lágrimas que hoy por ti derramo bastarían, créeme, para conseguir hacer reverdecer desiertos; y por eso esta marisma de recuerdos que permanentemente anega mi memoria no decae en su nivel sino que ensancha insistente hasta desbordar los límites del olvido, y así hoy, me inunda un torrente de nostalgia.

Ernesto Jaire

(Fecha desconocida)

Este texto forma parte de una de las cartas que escribió Ernesto en sus último días. El papel apereció partido por la mitad y solo pude rescatar del olvido este último fragmento del escrito.

(Sé que debo mil visitas, trescientos saludos, doscientas felicitaciones… para que seguir. Se que dije que volvía y no volví. Ruego sepáis disculpar mis ausencias, pero me temo que atravieso una de esas temporadas en que detesto leerme a mi mismo hasta en los comentarios de otros blogs, tal vez por eso he recurrido a Ernesto. He estado leyendo en silencio). Besos y Abrazos y gracias, muchísimas gracias por seguir aquí.

Lo escribió Gabi y lo guardó en Cartas de Ernesto Jaire