Existe (estoy seguro) un limbo en el que habitan todas las canciones que aún no han nacido. Está muy próximo, según me contaron, a áquel en el que esperan los cuentos que aún no fueron inventados, y limita, a veces hasta confundirse, con aquel otro en el que aguardan las poesías, antes de ser llamadas por la pluma del poeta.

Algunas de esas canciones, me consta, son perezosas y esquivas. Se acostumbraron a deambular en su etéreo mundo inexistente, y sólo el trabajo y la constancia, hace que acerquen sus melodías a nuestro mundo (para ellas frío y banal) y salen casi a regañadientes, y algunas inundan el aire, suenan, brillan y luego, son olvidadas, efímeras víctimas de un mundo que necesita consumirlo todo, (y consumirlo rápidamente), y así sin remedio, son consumidas.

Otras canciones, en cambio, buscan por si mismas la salida, porque necesitan hacerse oír. Soy canción -se dicen- quiero existir para ser cantada, necesito que me escuchen, quiero hacer llorar, o sonreír, o enamorarse. Soy canción -se dicen-, y buscan la forma de serlo. Y así, comienzan a mostrarse, y a insinuarse, y a enseñarse, sólo a retazos.
Alba es una de esas canciones. Yo no la conocí hasta hace un tiempo, pero cuando llegó a mí ya llevaba días y días intentando escapar de su limbo imperfecto. Utilizó un medio que ya habían utilizado antes otras canciones para escapar. Ella quería contar una historia, así que se asomó al mundo real, capturó el dolor de una niña pequeña maltratada, tomó para si su nombre, y se la mostró a un artista llamado Adrià, con los ojos y el corazón abiertos. Alba se deslizó del cerebro de Adrià hasta sus dedos, se adueñó de su guitarra y allí, se convirtió en melodía, casi ya en canción.

(Adrià forma junto con Susana el dúo puntos suspensivos, los dos juntos han rescatado del limbo un buen número de canciones que podréis encontrar en su rincón. Pulsando aquí por ejemplo)

El caso es que Adrià, Susana y Alba (la canción que empezaba a asomar su cabeza) entrelazaron acordes, voces (la maravillosa voz de Susana) e ideas, pero Alba se aferraba aún, terca e incompleta, a su mundo. Nunca sabré por qué, pero Alba miraba recelosa las palabras que la ofrecían. Nunca sabré por qué, repito, pero debo agradecerlo, porque eso me permitió a mí formar parte de ésta historia. Cuando Adrià contactó conmigo por correo electrónico, para explicarme la historia que querían contar y ofrecerme formar parte de ello, debo reconocer que mi primer impulso fue decir que no, aducir exceso de trabajo y alguna otra excusa, pero una vez más, Alba (la canción) inventó su propio camino y supo hacerme cambiar de la mejor manera en que se me puede hacer cambiar: planteándome retos(Ella debía saberlo). Retos, porque yo nunca había escrito para otros, porque el tema era duro y complicado, porque la música sobre la que descansaría lo que escribiese no era mía. Retos. Y a pesar de que no conocía a Adrià y a Susana más que por un par de comentarios en el blog, me encantan los retos (y sus canciones).
Recibí por correo los primeros pasos de Alba, ella me susurró algunas ideas, las deseché, reconvertí algunas(”el monstruo del armario”), luego, una noche, sin esperarlo, Alba encendió la chispa, junté algunas palabras para ver si empezaba a andar y le dí un humilde empujoncito. Luego, Susana y Adrià la cogieron cada uno de una mano y la enseñaron a caminar, ya con paso firme.
Hoy la han puesto en su BLog , allí podéis escuchar a la pequeña canción recién nacida. Ha sido un parto largo y difícil, pero creo sinceramente que ha merecido la pena.

Alba ha nacido. Gracias Puntos suspensivos por dejarme formar parte de ello.
A vuestra disposición.

Pdta: No dejéis de usar el enlace para ir a su blog y escuchar la canción, y el resto de sus canciones. Merece la pena.

Lo escribió Gabi y lo guardó en Noticias Breves