El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas
Woody Allen

 

Es de hacer notar que el primer capítulo del presente relato se lee pulsando aqui

y que la continuación del anterior y precuela del de ahora se lee pulsando aquí

¿Estamos todos puestos al día? Pues vamos allá :)

Paso 4:
Si grande era para mi la satisfacción de orientar hacia la luz a los atribulados y perdidos seres humanos que venían a mi persona, mayor era aún cuando en vez de tratarse de atribulados se trataba de atribuladas. Proporcionar consuelo a las mujeres que ingresaban en la causa, ensalzábame el alma y el cuerpo de tal manera, que la ligera túnica que vestía era incapaz de ocultar lo mucho que me ensalzaba y llegó un momento en que no quise más que consolar y consolar, y llegó el punto en que algunos discípulos, los más antiguos y parecíame a mi que paradójicamente los menos apegados espiritualmente a la luz primordial, propusieron cambiarme la denominación de “Guía Supremo” por la de “Gran Consolador”. Sin embargo la propuesta no prosperó debido sobre todo a la oposición de la “Gran Madre” que afirmó que por nada del mundo pasaría ella a ser conocida como “Gran Madre del Consolador”, y agregó que los que habían propuesto lo del consolador se lo podían meter por esa zona de la anatomía humana que ni siquiera mi luz es capaz de iluminar.

Viendo yo que mi entusiasmo por confortar mujeres, era cada vez peor visto entre mis fieles del género masculino, dióme por universalizar y generalizar entre mis acólitos ( que a estas alturas ya eran legión) las mismas prácticas de consuelo y confortación que yo utilizaba en privado, dando así como resultado que preconicé entre todos ellos la necesidad de expresarse físicamente como bien tuvieran en gana, y establecí el disfrute y el gozo del alma a través del cuerpo, que si bien en los hombre era de carácter voluntario, entre las mujeres adquiría el grado obligatorio; y sucedió que, al menos, entre los acólitos masculinos, aquella medida fue extraordinariamente recibida y, a mi entender, los acólitos del género femenino tampoco le hicieron ascos, que como dijo la Gran madre: a nadie le amarga un dulce. No tan aplaudida, pero si aceptada, fue mi voluntad de reservar para mi disfrute a algunas de las más jóvenes y bellas almas entre las féminas que a la causa llegaban, dándome por formar un grupo de vírgenes vestales cuya única misión era proporcionarme la paz y el descanso necesarios como líder supremo y luminoso, a lo que mamá, siempre práctica, apuntó que mucha virgen y mucha vestal, y mucha lo que yo quisiera pero que no se ocurriese consolar sin tomar precauciones que a saber dónde habían estado antes las vestales esas y que no fuese yo a llenar el mundo de “vestalitos luminosos”.

La Revelación.

Éste ha sido un somero repaso de la divina misión que me fue encomendada. La luz se extiende cada vez más, con lo que tío Alberto dice que dentro de nada saltaremos el charco y abriremos sucursales en América, y tiene apalabrado ya la compra de un jet privado para poder ir a extender la luz más rápidamente aún; los acólitos y las acólitas están cada vez más felices y contentos, y todo son loas y alabanzas a mi persona, con lo que la Gran Madre está cada vez más orgullosa de su niño y dice, a quién la quiera oír, que “fíjate Manolito con lo tonto que parecía y mira donde ha llegado”.

Y ahora, querido lector, en este supremo momento, si has llegado hasta aquí, debo dar por sentado que, como yo, has visto la luz, has abierto tu alma y estás preparado para recibir la revelación que yo acepté hace ya tanto tiempo, y que eres digno de que comparta contigo la suprema verdad que, como un fogonazo, se abrió paso en mi cerebro y dio nacimiento a la “causa”.
Esta es la verdad inmutable que me fue revelada y que te permitirá hacer brillar siempre tu luz en este mundo oscuro: “Espabila colega, que aquí el que no corre vuela y el más tonto hace relojes.”

Lo escribió Gabi y lo guardó en Parábolas y Cuentos , El Guía Supremo del Cosmos